21 abr 2014

Gantz Nogales: Capítulo I -La habitación de la esfera negra-

[GANTZ]
Nogales

Los relatos de aquella habitación.
Los que fueron salvados en el instante exacto; una segunda oportunidad para seguir viviendo.
Pero... ¿a cambio de qué...?

Historia basada en el manga original de Hiroya Oku:
Gantz.

Cualquier parecido con eventos y/o personas reales es meramente coincidencia.
Esta obra es ficticia y no representa a nada o nadie en particular.

Obra hecha para ocio, sin fines de lucro.

Adaptación:
Andrés Lechuga

  
Capítulo I:
La habitación de la esfera negra.

Eran como las seis de la tarde, de un normal mes de mayo. Dos estudiantes de preparatoria, ya liberados de su escuela para disfrutar las largas vacaciones de verano que les aguardaban, se encontraban caminando cerca del área comercial de Nogales. La zona de antros, restaurantes, el centro comercial; que va, diversión para chicos y grandes a todo momento.
No planeaban nada especial los dos amigos, sólo caminaban un poco para pasar el rato, dar una vuelta por el lugar y volver a casa a pie. No había muchos peatones circulando el área, pues estaba casi bloqueada debido a un puente vial que planeaba descongestionar  los embotellamientos que a menudo estresaban a la ciudad.
Sólo tres personas caminando por ahí; los dos amigos, y una chica al parecer de secundaria, pensando en sus asuntos mientras escuchaba música de su celular.
—No sé para que te hice caso de venir a caminar tan lejos, con el solazo que hacía, ya deben ser como las siete de la tarde —dijo uno de ellos, el más alto.
—Vamos, que así hacemos un poco de ejercicio, hemos estado sólo en la computadora apenas iniciaron las vacaciones, no hay que estar tanto tiempo sentados —aconsejó.
—Pero esto es demasiado —renegó—. ¿Daniel, sabes hasta donde vivo, verdad? ¡De punta a punta de este lugar! ¿Al menos tenemos para el camión, no?
—Calma, Andrés —rió—. ¡Claro que sí! —mintió.
Andrés era alto y delgado, de cabello castaño oscuro, piel crema y ojos cafés.
Daniel era es estatura media, delgado, cabello castaño claro, piel crema y ojos oscuros.
Y a lo lejos, se escuchaba un claxon que no paraba de retumbar las calles; a este estruendo le acompañaron derrapes, gritos y uno que otro impacto de carrocerías. De reojo ellos vieron  como un automóvil subía por el inconcluso puente, y en breve otro le siguió. Eran dos troques del año, cuatro puertas, con vidrios polarizados y al parecer blindadas; la primera era blanca y la otra negra.
Al parecer no eran de la ciudad, ya que subieron por un puente que no tenía bajada por el otro lado, así que simplemente ambos autos se estrellaron contra bloques de cemento, y entonces el puente comenzó a temblar, parecía que iba a colapsar.
La estudiante, debido al alto volumen que mantenía en sus audífonos, le fue imposible escuchar todo, así que seguía su camino sin saber nada.
Andrés y Daniel, al estar prescindiendo todo, estaban congelados, una persona moriría aplastada frente a sus ojos si no hacían algo, no podían hablar.
—Ese, ese puente va a... va a caer... —pensó Daniel.
—¿Ella... ella morirá de, de verdad...? —pensó Andrés.
Y arriba, ambos conductores salieron de sus coches y se apuntaron con armas de fuego.
—¡Muévete y te mato, maldito bastardo! —gritó el conductor del auto blanco.
—¡A ver si te atreves hijo de puta, marica, mira que escapar así! ¡Nadie le falla al Patrón, date por muerto! —amenazó el conductor del carro negro.
El concreto se tambaleó más dejando caer polvo y restos pequeños de cemento duro barato.
—Ten-tenemos que hacer algo... Andrés... —Daniel agarró valor.
—¿Qué... qué estás diciendo...? —pensó— ¿Arriesgarme por ella? Una simple chica que no conozco... Podría morir...
—Vamos... —colocó su mano sobre la espalda de su amigo.
—Él... —lo miró—, está temblando... —pensó—. Tiene miedo, y también suda, debe estar más asustado que yo...
Andrés respiró profundamente varias veces, repasó la situación y analizó.
—Vamos a empujarla hasta atrás, es más corto el caminó —dijo temblando aún.
—Bien... —sonrió nerviosamente Daniel.
Ambos empezaron a correr hacia donde estaba la chica, poco a poco pudieron observar. Secundaria Tecina General #12.
—Así que sí es de secundaria, debe estar en segundo, ¿no? —comentó Andrés.
—Sí, parece de esa edad.
Entonces llegaron a ella; Daniel la tomó del brazo y la jaló hacia él, mientras que Andrés la impulsó y se aseguraba del puente. Una parte se empezaba a desprender, en cualquier momento caería.
—¡Ayuda, me secuestran! —gritó la chica—. ¡Policía, policía, ayuda, alguien!
—¡No te estamos secuestrando, te estamos...! —dijo Daniel.
Ella le dio un puñetazo en la cara; Andrés le retiró el audífono y velozmente le explicó que estaba sucediendo.
—¡El puente se va...! —la chica soltó otro golpe, ahora hacia Andrés.
Pero él no la soltó, la agarró de su mochila fuertemente. De arriba cayeron trozos más grandes de cemento y ahora de acero letal.
—¡Debemos darnos prisa, maldición! —pensó Andrés—. ¡Vamos, niña, haz caso! —le gritó.
Daniel se puso de pie y la intentó jalar de nuevo.
—¡Es peligroso, es peligroso estar aquí! —le gritó Daniel.
—¡No, por favor! ¡Déjenme ir, se los ruego!
Un aterrador estruendo distrajo los dos, ya estaba por caer el puente, unos segundos más y este caería sobre los tres.
—¡Andrés, tómala del mismo brazo que yo y lánzala hacia enfrente, a esa tierra! —exclamó.
—¡De acuerdo!
Ambos la tomaron de su brazo izquierdo y la lanzaron sobre el cumulo de tierra.
Miraron hacia arriba, el puente ya estaba derrumbándose.
—¡Corre! —gritó Andrés.
Se dieron media vuelta y corrieron lo más rápido que pudieron.
—No creo lograrlo, soy muy lento, maldita sea, a este paso... ¡voy a morir! —pensó Andrés.
—¡Viviré, viviré, vamos, lo lograré! —pensó Daniel.
Y la desgracia les apareció, tropezaron con una barra de metal en el suelo. Giraron y lo último que vieron fue un color gris maldito, el color del duro concreto, y después oscuridad.
—¿Así que he muerto...? —se dijo Andrés—. No sentí mucho, casi como si sólo me hubiese resbalado... Maldición, mañana tenía un encuentro con amigos... ¿Ya no podré ir?
—Acabó todo... Mi familia, mis amigos, la chica que me gusta... —pensó Daniel—. ¿Tendré que ver esta pantalla negra por el resto de la eternidad?
Y vieron un techo color blanco, aparecieron recostados en algún lugar desconocido.
Se pusieron de pie y se dieron cuenta de que no estaban solos; de alguna forma llegaron a aquel lugar con varias personas más en ella. Siete contándolos a ellos, seis hombres y una mujer. El sitio no era muy grande, tenía tres ventanas a lado derecho, dos puertas a la izquierda, y dos habitaciones detrás.
Y algo extraño, una esfera gigante de color negro en medio del lugar.
Se miraron, trataron de abrir puertas y ventanas, pero no pudieron tocarlas, era como si no estuviese allí, un holograma parecían ser.
—No podemos salir de aquí, ya lo hemos intentado todo, tampoco funcionan celulares —dijo uno de ellos.
Tenía una gruesa voz, era de estatura media, moreno, de cabello oscuro, ojos de igual. Vestía una camisa polo negra con el logo de una famosa radio.
—Mi nombre es Ignacio, soy locutor, ¿podrían presentarse, por favor? Parece que ya estamos todos, su nombre, ocupación y forma en que murieron.
—Este tipo da por hecho que ya hemos muerto... ¿Qué le pasa? —pensó Andrés.
—¿Hemos muerto? —le preguntó Daniel—. Yo me siento bien, no parece eso, estoy muy vivo, eso veo.
—Lo último que recuerdan... ¿qué es...? —planteó.
—Fuimos, aplastados por una barra de concreto... —dijo Andrés.
—¿Lo ven? —dijo el locutor—. Tenemos la teoría de que esto es el Cielo, o el Limbo.
—¡Calla! —le gritó uno del fondo, frente a la esfera—. Pareces maestro, cierra la boca.
Aquel tipo era moreno, de ojos cafés, vestía de ropa vaquera completamente de blanco, al igual que su sombrero que impedía ver su color de cabello, pero sus oscuras cejas lo delataban, y botas verde oscuro de cocodrilo con una calavera de plata en la punta, casi llegando al estilo tribal.
—En realidad soy locutor, ya lo dije...
—¡No me importa!
—Este... ¿si pueden seguir con las presentaciones, por favor...?
—¡¿Me estas ignorando, bastardo?! —se puso de pie.
—Cálmate, no es para que te pongas así.
Su compañero, de vestimenta a color enemigo, negro, le asimilaba en todo, exceptuando lo ya mencionado y sus botas, que eran color rojo y acompañada de la misma calavera maldita.
El de blanco miró un momento a Ignacio y se sentó.
—Como sea... —dijo el tipo de blanco.
—Este... entonces, ¿en qué íbamos...? —señalo a Daniel y Andrés.
—Daniel, 15 años, estudiante de primero de preparatoria, me aplastó un pedazo de cemento, creo.
—Andrés, 15 años, estudiante de primero de preparatoria, lo mismo. De hecho, espero esa chica este bien, ¿verdad? Por ella es que estamos aquí.
—¡Cierto! —recordó.
Y en el lugar de los hechos, la policía levantaba el pedazo del puente con una grúa, mientras varios medios de comunicación cubrían la nota; y uno de estos logró llegar a la niña.
—¿Cuál es tu nombre? —preguntó el reportero.
—Alejandra... —dijo entre lagrimas.
—¿Qué edad...?
—¡No hay nada, Oficial! —comunicó un policía a su superior interrumpiendo a todos.
Alejandra corrió para verificar y al ver que no había nada, ni cuerpos, ni restos, ni una sola gota de sangre, entró en shock y se desmayó.
—Sí... ojalá lo este... —dijo Daniel.
—Ahora... tú, por favor —se dirigió a un chico de junto a la ventana.
—Antonio... 12 años, estudiante de primero de secundaria, me caí de un tercer piso.
—Pero si es sólo un niño... —pensó Andrés.
Traía el uniforme de Secundaria General #21, camiseta polo crema, pantalón rojo y zapatos escolares.
—Bien, ahora...
—Ángela —se adelantó—, trece años, estudiante de segundo de secundaria, me asaltaron y asesinaron.
Ella vestía una camiseta roja y una sudadera oscura por encima, pantalón mezclilla, y usaba algo raro debajo, un traje de cuero de asomaba hasta su barbilla, y se expendía hasta las manos haciendo guantes y a sus pies dándole calzado, Andrés se dio cuenta de eso, pero le ignoró.
—¿Trece años? —pensó Andrés—, se ve mucho más grande, como de dieciséis.
—Bien, creo que ya...
—¿Sí me estas ignorando ahora, verdad? Vamos pregunta, malnacido.
—Sí, sí, claro... ¿us-ustedes son...? —preguntó aterrado Ignacio.
—Somos narcos, es todo lo que diremos.. —contestó el sujeto de negro.
—De acuerdo, ahora...
Un ruido interrumpió al locutor, un láser salió de la esfera apuntando al medio de la habitación. Se movía velozmente mientras que alternaba sus colores a azul, verde y rojo, y entonces una persona apareció poco a poco a ritmo que el láser subía. Era una tele transportación, o como si se estuviera cargando una imagen en un ordenador, algo así parecía. Y entonces el sujeto completo salió, fue reconocido por Daniel y Andrés.
—¡Giovanni! —gritaron al mismo tiempo.
—¿Eh? Andrés... Daniel... ¿Qué hacen ustedes aquí?
—¡Tú también haz muerto! —dijo Andrés deprimido.
—¡¿Morir?! ¿Qué dices? Yo no he...
—¿Qué es lo último que recuerdas...? —preguntó Daniel.
—Pues... estaba en el camión para ir a mi casa,  me bajé y al cruzar la calle un auto... Sí, entonces, estoy muerto... —se tumbó en el suelo a llorar—. Yo no pude... no pude haber terminado así... No...
—Tranquilo Giovanni... No, no pasa nada... —consoló Andrés.
—Sí, vamos a ir todos al Cielo y entonces...
Una canción proveniente de la esfera interrumpió a Daniel y llamó la atención de todos.

"Un nuevo día ha amanecido, un día lleno de esperanza, hay que abrir de nuevo nuestros corazones a la felicidad cuando el cielo sea completamente ágil, junto con el sonido de la radio,  y con poderosos corazones abiertos, ponte de cara al viento; ¡entonces vamos, una, dos y tres!"

Y entonces un mensaje apareció en la esfera: "Casi la riegan, imbéciles".
Todos leyeron el texto en letra verde en la bola.
Y el texto cambió: "Ustedes ya no tienen vida. Ahora tienen una nueva, y el qué hagan con ella, depende enteramente de mí, o esa es la teoría".

—¿Una nueva vida...? ¿De qué va esto...? —dijo Andrés.
—Esto es bastante estúpido... —dijo el narco vestido de negro.

Y la esfera cambió una vez más, esta vez un texto con una imagen a la izquierda:

"Ustedes tienen que salir y asesinar a este tipo"

"Alíen Ácido:
Características: Fuerte, apestoso.
Preferencia: Cosas agrias, comida picante y hacer amigos.
Frase habitual: "Ahhhhg".

Mostraba un ser de cabeza pentagonal color verdoso limón, tenía poco cabello de un verde un poco más fuerte, ojos rojos y grandes dientes blancos, además sus labios se marcaban de color café.

—Esto debe ser algún tipo de broma... —dijo el narco blanco, se puso de pie junto con su compañero.
—¿Estaremos en algún programa de televisión? —comentó el locutor.
Y sorpresivamente la esfera se abrió a los lados y hacia atrás, revelando un increíble arsenal de armas con diseño raro, cañones, armas chicas y misteriosos portafolios, dejando la pantalla del Alien Acido libre. Y dentro, extrañamente, un sujeto calvo y desnudo, pero sin aparato reproductor, se encontraba conectado a la esfera mediante cables y un respirador; se oía inhalar y exhalar al ser.
—¿Es en serio...? ¿Tendremos que asesinar a esa cosa...? —dijo Andrés—. Pero... eso quiere decir que... ¡¿saldremos?! —miró a Daniel.
—Pues, tendría que ser, sino, ¿dónde más lo encontraríamos... creo? —contestó Daniel.
—¿Crees?
—Sí, es que... ¿es esto realidad...? ¿De verdad estamos muertos? Ya que... mira hacia allá —señaló.
Una famosa estatua en la ciudad, un icono cultural. La estatua: "Monumento a la Razón", vulgarmente conocida por "Mono Bichi". El conjunto de figuras, un hombre desnudo matando a una bestia, y al frente un ex-presidente mexicano, Benito Juárez.
Seguían en la ciudad.
—Es verdad... —dijo Giovanni.
—Entonces nosotros... ¿estamos muertos... o...? —se preguntó Andrés.


[Próximo capítulo de Gantz Nogales: Un millón de dólares].

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