[GANTZ]
Nogales
Los relatos de aquella
habitación.
Los que fueron salvados
en el instante exacto; una segunda oportunidad para seguir viviendo.
Pero... ¿a cambio de qué...?
Pero... ¿a cambio de qué...?
Historia basada en el
manga original de Hiroya Oku:
Gantz.
Gantz.
Cualquier parecido con
eventos y/o personas reales es meramente coincidencia.
Esta obra es ficticia y
no representa a nada o nadie en particular.
Obra hecha para ocio,
sin fines de lucro.
Adaptación:
Andrés Lechuga
Andrés Lechuga
Capítulo I:
La habitación de la esfera negra.
Eran como las seis de la tarde, de un normal mes de
mayo. Dos estudiantes de preparatoria, ya liberados de su escuela para
disfrutar las largas vacaciones de verano que les aguardaban, se encontraban
caminando cerca del área comercial de Nogales. La zona de antros, restaurantes,
el centro comercial; que va, diversión para chicos y grandes a todo momento.
No planeaban nada especial los dos amigos, sólo
caminaban un poco para pasar el rato, dar una vuelta por el lugar y volver a
casa a pie. No había muchos peatones circulando el área, pues estaba casi
bloqueada debido a un puente vial que planeaba descongestionar los embotellamientos que a menudo estresaban a
la ciudad.
Sólo tres personas caminando por ahí; los dos amigos,
y una chica al parecer de secundaria, pensando en sus asuntos mientras
escuchaba música de su celular.
—No sé para que te hice caso de venir a caminar tan
lejos, con el solazo que hacía, ya deben ser como las siete de la tarde —dijo
uno de ellos, el más alto.
—Vamos, que así hacemos un poco de ejercicio, hemos estado sólo en la computadora apenas iniciaron las vacaciones, no hay que estar tanto tiempo sentados —aconsejó.
—Vamos, que así hacemos un poco de ejercicio, hemos estado sólo en la computadora apenas iniciaron las vacaciones, no hay que estar tanto tiempo sentados —aconsejó.
—Pero esto es demasiado —renegó—. ¿Daniel, sabes hasta
donde vivo, verdad? ¡De punta a punta de este lugar! ¿Al menos tenemos para el
camión, no?
—Calma, Andrés —rió—. ¡Claro que sí! —mintió.
Andrés era alto y delgado, de cabello castaño oscuro,
piel crema y ojos cafés.
Daniel era es estatura media, delgado, cabello castaño
claro, piel crema y ojos oscuros.
Y a lo lejos, se escuchaba un claxon que no paraba de
retumbar las calles; a este estruendo le acompañaron derrapes, gritos y uno que
otro impacto de carrocerías. De reojo ellos vieron como un automóvil subía por el inconcluso
puente, y en breve otro le siguió. Eran dos troques del año, cuatro puertas,
con vidrios polarizados y al parecer blindadas; la primera era blanca y la otra
negra.
Al parecer no eran de la ciudad, ya que subieron por
un puente que no tenía bajada por el otro lado, así que simplemente ambos autos
se estrellaron contra bloques de cemento, y entonces el puente comenzó a
temblar, parecía que iba a colapsar.
La estudiante, debido al alto volumen que mantenía en
sus audífonos, le fue imposible escuchar todo, así que seguía su camino sin
saber nada.
Andrés y Daniel, al estar prescindiendo todo, estaban
congelados, una persona moriría aplastada frente a sus ojos si no hacían algo,
no podían hablar.
—Ese, ese puente va a... va a caer... —pensó Daniel.
—¿Ella... ella morirá de, de verdad...? —pensó Andrés.
Y arriba, ambos conductores salieron de sus coches y
se apuntaron con armas de fuego.
—¡Muévete y te mato, maldito bastardo! —gritó el
conductor del auto blanco.
—¡A ver si te atreves hijo de puta, marica, mira que
escapar así! ¡Nadie le falla al Patrón, date por muerto! —amenazó el conductor
del carro negro.
El concreto se tambaleó más dejando caer polvo y
restos pequeños de cemento duro barato.
—Ten-tenemos que hacer algo... Andrés... —Daniel
agarró valor.
—¿Qué... qué estás diciendo...? —pensó— ¿Arriesgarme
por ella? Una simple chica que no conozco... Podría morir...
—Vamos... —colocó su mano sobre la espalda de su
amigo.
—Él... —lo miró—, está temblando... —pensó—. Tiene
miedo, y también suda, debe estar más asustado que yo...
Andrés respiró profundamente varias veces, repasó la
situación y analizó.
—Vamos a empujarla hasta atrás, es más corto el caminó
—dijo temblando aún.
—Bien... —sonrió nerviosamente Daniel.
Ambos empezaron a correr hacia donde estaba la chica,
poco a poco pudieron observar. Secundaria Tecina General #12.
—Así que sí es de secundaria, debe estar en segundo,
¿no? —comentó Andrés.
—Sí, parece de esa edad.
Entonces llegaron a ella; Daniel la tomó del brazo y
la jaló hacia él, mientras que Andrés la impulsó y se aseguraba del puente. Una
parte se empezaba a desprender, en cualquier momento caería.
—¡Ayuda, me secuestran! —gritó la chica—. ¡Policía,
policía, ayuda, alguien!
—¡No te estamos secuestrando, te estamos...! —dijo
Daniel.
Ella le dio un puñetazo en la cara; Andrés le retiró
el audífono y velozmente le explicó que estaba sucediendo.
—¡El puente se va...! —la chica soltó otro golpe,
ahora hacia Andrés.
Pero él no la soltó, la agarró de su mochila
fuertemente. De arriba cayeron trozos más grandes de cemento y ahora de acero
letal.
—¡Debemos darnos prisa, maldición! —pensó Andrés—.
¡Vamos, niña, haz caso! —le gritó.
Daniel se puso de pie y la intentó jalar de nuevo.
—¡Es peligroso, es peligroso estar aquí! —le gritó
Daniel.
—¡No, por favor! ¡Déjenme ir, se los ruego!
Un aterrador estruendo distrajo los dos, ya estaba por
caer el puente, unos segundos más y este caería sobre los tres.
—¡Andrés, tómala del mismo brazo que yo y lánzala hacia
enfrente, a esa tierra! —exclamó.
—¡De acuerdo!
Ambos la tomaron de su brazo izquierdo y la lanzaron
sobre el cumulo de tierra.
Miraron hacia arriba, el puente ya estaba
derrumbándose.
—¡Corre! —gritó Andrés.
Se dieron media vuelta y corrieron lo más rápido que
pudieron.
—No creo lograrlo, soy muy lento, maldita sea, a este
paso... ¡voy a morir! —pensó Andrés.
—¡Viviré, viviré, vamos, lo lograré! —pensó Daniel.
Y la desgracia les apareció, tropezaron con una barra
de metal en el suelo. Giraron y lo último que vieron fue un color gris maldito,
el color del duro concreto, y después oscuridad.
—¿Así que he muerto...? —se dijo Andrés—. No sentí
mucho, casi como si sólo me hubiese resbalado... Maldición, mañana tenía un
encuentro con amigos... ¿Ya no podré ir?
—Acabó todo... Mi familia, mis amigos, la chica que me
gusta... —pensó Daniel—. ¿Tendré que ver esta pantalla negra por el resto de la
eternidad?
Y vieron un techo color blanco, aparecieron recostados
en algún lugar desconocido.
Se pusieron de pie y se dieron cuenta de que no
estaban solos; de alguna forma llegaron a aquel lugar con varias personas más
en ella. Siete contándolos a ellos, seis hombres y una mujer. El sitio no era
muy grande, tenía tres ventanas a lado derecho, dos puertas a la izquierda, y
dos habitaciones detrás.
Y algo extraño, una esfera gigante de color negro en
medio del lugar.
Se miraron, trataron de abrir puertas y ventanas, pero
no pudieron tocarlas, era como si no estuviese allí, un holograma parecían ser.
—No podemos salir de aquí, ya lo hemos intentado todo,
tampoco funcionan celulares —dijo uno de ellos.
Tenía una gruesa voz, era de estatura media, moreno,
de cabello oscuro, ojos de igual. Vestía una camisa polo negra con el logo de
una famosa radio.
—Mi nombre es Ignacio, soy locutor, ¿podrían
presentarse, por favor? Parece que ya estamos todos, su nombre, ocupación y
forma en que murieron.
—Este tipo da por hecho que ya hemos muerto... ¿Qué le
pasa? —pensó Andrés.
—¿Hemos muerto? —le preguntó Daniel—. Yo me siento
bien, no parece eso, estoy muy vivo, eso veo.
—Lo último que recuerdan... ¿qué es...? —planteó.
—Fuimos, aplastados por una barra de concreto... —dijo
Andrés.
—¿Lo ven? —dijo el locutor—. Tenemos la teoría de que
esto es el Cielo, o el Limbo.
—¡Calla! —le gritó uno del fondo, frente a la esfera—.
Pareces maestro, cierra la boca.
Aquel tipo era moreno, de ojos cafés, vestía de ropa
vaquera completamente de blanco, al igual que su sombrero que impedía ver su
color de cabello, pero sus oscuras cejas lo delataban, y botas verde oscuro de
cocodrilo con una calavera de plata en la punta, casi llegando al estilo
tribal.
—En realidad soy locutor, ya lo dije...
—¡No me importa!
—Este... ¿si pueden seguir con las presentaciones, por
favor...?
—¡¿Me estas ignorando, bastardo?! —se puso de pie.
—Cálmate, no es para que te pongas así.
Su compañero, de vestimenta a color enemigo, negro, le
asimilaba en todo, exceptuando lo ya mencionado y sus botas, que eran color
rojo y acompañada de la misma calavera maldita.
El de blanco miró un momento a Ignacio y se sentó.
—Como sea... —dijo el tipo de blanco.
—Este... entonces, ¿en qué íbamos...? —señalo a Daniel
y Andrés.
—Daniel, 15 años, estudiante de primero de
preparatoria, me aplastó un pedazo de cemento, creo.
—Andrés, 15 años, estudiante de primero de
preparatoria, lo mismo. De hecho, espero esa chica este bien, ¿verdad? Por ella
es que estamos aquí.
—¡Cierto! —recordó.
Y en el lugar de los hechos, la policía levantaba el
pedazo del puente con una grúa, mientras varios medios de comunicación cubrían
la nota; y uno de estos logró llegar a la niña.
—¿Cuál es tu nombre? —preguntó el reportero.
—Alejandra... —dijo entre lagrimas.
—¿Qué edad...?
—¡No hay nada, Oficial! —comunicó un policía a su
superior interrumpiendo a todos.
Alejandra corrió para verificar y al ver que no había
nada, ni cuerpos, ni restos, ni una sola gota de sangre, entró en shock y se
desmayó.
—Sí... ojalá lo este... —dijo Daniel.
—Ahora... tú, por favor —se dirigió a un chico de
junto a la ventana.
—Antonio... 12 años, estudiante de primero de
secundaria, me caí de un tercer piso.
—Pero si es sólo un niño... —pensó Andrés.
Traía el uniforme de Secundaria General #21, camiseta
polo crema, pantalón rojo y zapatos escolares.
—Bien, ahora...
—Ángela —se adelantó—, trece años, estudiante de
segundo de secundaria, me asaltaron y asesinaron.
Ella vestía una camiseta roja y una sudadera oscura
por encima, pantalón mezclilla, y usaba algo raro debajo, un traje de cuero de
asomaba hasta su barbilla, y se expendía hasta las manos haciendo guantes y a
sus pies dándole calzado, Andrés se dio cuenta de eso, pero le ignoró.
—¿Trece años? —pensó Andrés—, se ve mucho más grande,
como de dieciséis.
—Bien, creo que ya...
—¿Sí me estas ignorando ahora, verdad? Vamos pregunta,
malnacido.
—Sí, sí, claro... ¿us-ustedes son...? —preguntó
aterrado Ignacio.
—Somos narcos, es todo lo que diremos.. —contestó el
sujeto de negro.
—De acuerdo, ahora...
Un ruido interrumpió al locutor, un láser salió de la
esfera apuntando al medio de la habitación. Se movía velozmente mientras que
alternaba sus colores a azul, verde y rojo, y entonces una persona apareció
poco a poco a ritmo que el láser subía. Era una tele transportación, o como si
se estuviera cargando una imagen en un ordenador, algo así parecía. Y entonces
el sujeto completo salió, fue reconocido por Daniel y Andrés.
—¡Giovanni! —gritaron al mismo tiempo.
—¿Eh? Andrés... Daniel... ¿Qué hacen ustedes aquí?
—¡Tú también haz muerto! —dijo Andrés deprimido.
—¡¿Morir?! ¿Qué dices? Yo no he...
—¿Qué es lo último que recuerdas...? —preguntó Daniel.
—Pues... estaba en el camión para ir a mi casa, me bajé y al cruzar la calle un auto... Sí,
entonces, estoy muerto... —se tumbó en el suelo a llorar—. Yo no pude... no
pude haber terminado así... No...
—Tranquilo Giovanni... No, no pasa nada... —consoló
Andrés.
—Sí, vamos a ir todos al Cielo y entonces...
Una canción proveniente de la esfera interrumpió a
Daniel y llamó la atención de todos.
"Un nuevo día ha amanecido, un día lleno de
esperanza, hay que abrir de nuevo nuestros corazones a la felicidad cuando el
cielo sea completamente ágil, junto con el sonido de la radio, y con poderosos corazones abiertos, ponte de
cara al viento; ¡entonces vamos, una, dos y tres!"
Y entonces un mensaje apareció en la esfera:
"Casi la riegan, imbéciles".
Todos leyeron el texto en letra verde en la bola.
Y el texto cambió: "Ustedes ya no tienen vida.
Ahora tienen una nueva, y el qué hagan con ella, depende enteramente de mí, o
esa es la teoría".
—¿Una nueva vida...? ¿De qué va esto...? —dijo Andrés.
—Esto es bastante estúpido... —dijo el narco vestido
de negro.
Y la esfera cambió una vez más, esta vez un texto con
una imagen a la izquierda:
"Ustedes tienen
que salir y asesinar a este tipo"
"Alíen Ácido:
Características:
Fuerte, apestoso.
Preferencia: Cosas
agrias, comida picante y hacer amigos.
Frase habitual: "Ahhhhg".
Mostraba un ser de cabeza pentagonal color verdoso
limón, tenía poco cabello de un verde un poco más fuerte, ojos rojos y grandes
dientes blancos, además sus labios se marcaban de color café.
—Esto debe ser algún tipo de broma... —dijo el narco
blanco, se puso de pie junto con su compañero.
—¿Estaremos en algún programa de televisión? —comentó
el locutor.
Y sorpresivamente la esfera se abrió a los lados y
hacia atrás, revelando un increíble arsenal de armas con diseño raro, cañones,
armas chicas y misteriosos portafolios, dejando la pantalla del Alien Acido
libre. Y dentro, extrañamente, un sujeto calvo y desnudo, pero sin aparato
reproductor, se encontraba conectado a la esfera mediante cables y un
respirador; se oía inhalar y exhalar al ser.
—¿Es en serio...? ¿Tendremos que asesinar a esa
cosa...? —dijo Andrés—. Pero... eso quiere decir que... ¡¿saldremos?! —miró a
Daniel.
—Pues, tendría que ser, sino, ¿dónde más lo
encontraríamos... creo? —contestó Daniel.
—¿Crees?
—Sí, es que... ¿es esto realidad...? ¿De verdad estamos
muertos? Ya que... mira hacia allá —señaló.
Una famosa estatua en la ciudad, un icono cultural. La
estatua: "Monumento a la Razón", vulgarmente conocida por "Mono
Bichi". El conjunto de figuras, un hombre desnudo matando a una bestia, y
al frente un ex-presidente mexicano, Benito Juárez.
Seguían en la ciudad.
—Es verdad... —dijo Giovanni.
—Entonces nosotros... ¿estamos muertos... o...? —se
preguntó Andrés.
[Próximo capítulo de Gantz Nogales: Un millón de dólares].
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