[Gantz Nogales]
Adaptación de:
Andrés Lechuga
Adaptación de:
Andrés Lechuga
Capítulo II:
Un millón de dólares
—¿Pero qué mierda es eso? —dijo el narco vestido de
blanco refiriéndose al sujeto dentro de la esfera—. ¿Está vivo? —se puso de pie
y le picó el cachete izquierdo.
—Echaré un vistazo —pensó Andrés.
Andrés se acercó al lado derecho de la esfera, un poco
alejado del narco vestido de blanco.
Entonces apreció más de cerca todo el contenido de la
extraña bola; su atención fue atraída por los portafolios, ya que alcanzó a
leer su nombre en uno de ellos, lo agarró y justo debajo miró uno con el nombre
de su amigo Daniel, se extrañó y regreso con ellos, Giovanni, ya se había
tranquilizado un poco.
—¿Qué es eso...? —preguntó Daniel.
—No lo sé, pero tienen nuestros nombres en ellos,
seguro habrá otro con el tuyo Giovanni.
Le entregó el suyo a Daniel; Giovanni se puso de pie y
se dirigió a la esfera mientras que Ignacio se decidía a aproximarse.
Giovanni tomó su portafolio y una arma larga con mira
telescópica .
La pistola era color gris oscuro, parecía de juguete a
primera vista, pero al cargarla era bastante pesada, lo que acreditaba la veracidad
de su uso para matar.
Andrés y Daniel abrieron los portafolios después de
unos segundos de intentarlo, eran raros, del mismo color que las armas, eran
cuadrados y con mango curveado, se necesitaba presionar dos botones a los
costados para poder abrirlos. Al revelarse, miraron trajes de cuero negro con
calzado y guantes, todo dominado por al parecer botones amarillos con trazo de
metal plateado.
—Eso... ¿nos lo tenemos que poner? —comentó Giovanni.
—Parece un disfraz... —dijo Ignacio—, que ridículo.
—Pero... ¿por qué siento que ya lo he visto antes....?
—pensó Andrés.
Mientras tanto al fondo de la habitación, ambos narcos
analizaban las pistolas.
—Basura —despreció el narco de negro—, nada le gana a
mi AK-67.
—Sí, son sólo juguetes para niños —dijo el otro.
Antonio, el estudiante de doce años, se puso de pie y se acercó a Andrés, Daniel,
Giovanni e Ignacio.
—Este, disculpen... —dijo con una tímida voz.
Los cuatro mencionados le prestaron atención.
—Ustedes... parecen saber algo, ¿qué pasa aquí
exactamente?
—No lo sabemos... —contestó Daniel—, sólo estamos
infiriendo un poco, pero no sabemos nada.
Antonio pensó unos segundos y volvió a hablar.
—Está bien, gracias... —se dirigió a la esfera.
—Ya es hora... —dijo Ángela entre dientes.
La única mujer del cuarto se paró, tomó una arma
larga, y dos armas chicas, las cuales colocó en dos compartimientos en sus dos
muslos.
Entonces la esfera volvió a cambiar mientras emitía un
sorpresivo chillido; en la pantalla apareció un contador de una hora hacía
atrás que había iniciado ya.
Igual a la manera en que Giovanni apareció en el
cuarto, la chica fue desapareciendo.
Todos se quedaron sin palabras, y entonces Andrés miró
las manos y pies de la adolecente, era el mismo traje que el contenían nos
portafolios.
Sin mirar a nadie, pero sonriendo, ella desapareció;
continuaron los narcos.
—¡Daniel, Giovanni, todos, pónganse el traje del
portafolio! —gritó, después tomó el portafolio y fue al único pasillo del lugar
a ponérselo.
—¿Crees que debamos hacerle caso? —preguntó Ignacio.
—Sí, de algo se dio cuenta, si no fuera algo
importante no se lo pondría ni él.
Los narcotraficantes ya se habían marchado, después
siguieron Antonio e Ignacio.
—¡No, debo ponerme el traje! —se alarmó Ignacio.
—¡¿Qué está pasando, a dónde iremos?! —gritó Antonio.
Andrés por su lado, estaba en ropa interior tratando
de ponerse el traje, pero no encajaba.
—¿Será que debo estar completamente desnudo...?
—pensó. Se asomó para ver si alguien venía, esperó unos segundos y entonces
quedó como Dios lo trajo al mundo—. ¡Rápido, rápido!
Y la prenda le sentó perfecto, era un traje en cinco
piezas, primero una especie de tira-hueso elástica de cuero que iba por debajo
de todo, los pantalones, zapatos, una manga-cuello largo que cubría hasta el
borde entre cuello y rostro y los guantes.
—Parece que está hecho a mi medida, no está flojo ni
aprieta nada... —se dijo.
Entonces corrió de nuevo hacia la habitación
principal; Daniel estaba por terminar de colocarse el traje, pero Giovanni y
los demás ya no estaban. Y la transferencia inició para ellos.
—¡Rápido, armas! —exclamó Andrés.
Él corrió y tomó dos pistolas chicas, lo que pudo
alcanzar a ver, ya que su cabeza ya estaba en otro lado.
—Este lugar es... —se dijo.
La esfera lo transportó al Periférico, una calle
principal de la ciudad, cerca de un tianguis, una escuela y varias fabricas, y
todos ya estaban en el lugar.
—Oye, Andrés, esto es... —le dijo Daniel—, cerca de
nuestra casa...
Andrés, Daniel, Giovanni, Ignacio, Ángela, Antonio y
los dos narcotraficantes estaban ahí.
—Creo que podemos pedir un taxi —le dijo el narco de
blanco a su compañero.
—Si estamos fuera y vivos, supongo que nos podremos
ir... —comentó el otro narco.
—Sí, todo esto debió ser una broma —dijo Ignacio—. Si
la gente se entera de que caí en una broma así, mi trabajo en la radio y mi
plan de ser una celebridad se irán a la basura —pensó.
—Me iré, mañana tengo que presentar mi examen
extraordinario —pensó Antonio.
—Estos tipos no piensan bien —pensó Andrés—, no se dan
cuenta de que acaban de ser tele-transportados, ¿quién posee tecnología tan
avanzada?
Todos, menos Andrés, Daniel, Giovanni y Ángela
comenzaron a caminar para buscar algún transporte.
—Son como las nueve de la noche, debemos tomar un taxi
—les dijo Ignacio.
—¡¿Quién dijo que compartiríamos taxi, imbécil?!
—amenazó el narco de blanco.
—¡Esperen! —alzó la voz Ángela, captó la atención de
todos—. Es de entender que todos se encuentren confundidos, o que les dé igual
la situación, pero si se marchan perderán la oportunidad de ganarse el premio
por capturar al tipo que apareció en la esfera.
—¿Premio? —dijo el narco vestido de negro—. ¿Qué clase
de premio?
—La módica cantidad de un millón de dólares.
Todos se sorprendieron.
—Pero no importa si lo capturan entre todos, una sola
persona o dos o las que sean, el premio es para todos los que participen en la
captura del sujeto, si se le puede llamar así —explicó.
—¡Eso es grandioso! —pensó Antonio—. Con ese dinero
pagaremos las deudas a bancos y mi mamá ya no tendrá que trabajar nunca más —se
emocionó.
—Todo eso suena muy bien, pero... ¿quién eres tú?
—preguntó Ignacio.
—Soy sobrina del Jefe de Seguridad de Estados Unidos
en el estado de Arizona, todo esto se trata de un proyecto especial ultra
secreto, el cual tiene planeado eliminar cierto tipo de visitas no permitidas
en el planeta tierra, estamos hablando de alienígenas viviendo de manera ilegal
en este planeta, y hay hasta en Nogales.
—Debes estarnos jodiendo, mocosa —dijo el narco
vestido de blanco.
Ángela sonrió, alzó su brazo derecho que sostenía un
arma larga, apuntó a una pared y sin mirar accionó los dos gatillos que tenía
la pistola; pasaron unos segundos y la pared estalló en cientos de pedazos.
—Imaginen lo que esto hará al cuerpo del alienígena o
al de un humano, esto va en serio. Quienes maten al extraterrestre reciben el
millón, tenemos cincuenta minutos, él está aquí.
Ella sacó una especie de radar que mostraba la
ubicación de ellos y la del supuesto ser, ni Andrés, ni Daniel ni Giovanni se
acercaron a aquel circulo.
—Eso está muy cerca de aquí... —dijo Ignacio.
—Sí, de hecho, es por allá —señaló al Norte—, a unos
cinco minutos caminando más o menos, es una nueva colonia que tiene pocos
habitantes, ten, tú tendrás el radar —le entregó el artefacto a Ignacio.
El narco vestido de negro se dirigió a donde Andrés y
los otros dos, de detrás sacó un revólver y le apuntó en la cabeza.
—Dame esas dos armas raras que tienes, ahora...
—ordenó tranquilo.
—Cla-claro, no hay problema... —respondió.
Andrés entró en nerviosismo, alzó la mano izquierda y
con la derecha tomó de una a una las dos armas y se las dio al delincuente.
—Gracias... —se marchó—. Ten, parece que armas comunes no serán suficientes
—le dio una a su compañero narco, y sin responder este la agarró.
—Entonces... ¡vamos! —exclamó Ángela, y comenzó a
correr directo al lugar del objetivo, los otros la siguieron enseguida.
—¡Casi me da un infarto! —dijo Andrés.
—Te apuntaron con un arma, es de esperarse, pero ya
pasó... —intentó calmar Giovanni.
Y unas risas se escucharon al fondo, un grupo de
amigas venía caminando hacia donde ellos estaban.
—¡Ellas nos verán vestidos así! —expresó Daniel—, ¡qué
vergüenza!
—¡Hay que escondernos! —sugirió Giovanni.
Pero las muchachas los alcanzaron, y estas pasaron
junto a ellos como si nada, no les prestaron atención.
—¿Eh, acaso no nos vieron? —preguntó Andrés.
—Deben estar borrachas —supuso Daniel—, vestidos de
estos trajes de cuero tan pegados, es seguro motivo de burla, sobre todo de
mujeres.
—Sí, parece que nos disfrazamos de alguna caricatura
japonesa —comentó Giovanni.
—A todo esto, ¿de verdad creen lo que dijo esa morra?
—les preguntó—. Un proyecto de los gringos, ¿en Nogales? Es la ciudad más
aburrida de México, debe estar tomándonos el pelo, aunque sí creo que sepa algo
de esto.
—¿Por qué lo crees? —preguntó Daniel.
—Porque ella ya tenía puesto este traje debajo de su
ropa, por eso les dije que se lo pusieran, no creo que ella se cambiara
enfrente o incluso cerca de tanto hombre desconocido, a parte, ahora me doy
cuenta de lo tranquila que esta.
—Eres bueno analizando, como siempre... —halagó
Daniel.
Andrés se puso en pie.
—Habrá que ir a ver, ¿no? —sugirió Giovanni que siguió
a Andrés, Daniel ya estaba de pie.
—Sí, tenemos que saber de qué se trata todo esto, no
es normal —comentó Daniel.
Mientras tanto los demás ya habían llegado al conjunto
de casas.
—Monte Hermoso Residencial... —leyó Ignacio—. Mi radio
esta cerca de aquí... —pensó.
—Aquí es... —dijo Ángela y avanzó—.
Llegaron la casa número veintiséis, tocó a la puerta y
se alejó hasta atrás de todos sin que se dieran cuenta.
Y abrieron la puerta; era el ser de la esfera, el
supuesto extraterrestre era algo enano, su rostro igual al mostrado en la
fotografía de la esfera, cabeza pentagonal color verdoso limón, tenía poco
cabello de un verde un poco más fuerte, ojos rojos y grandes dientes blancos,
además sus labios se marcaban de color café. Vestía un suéter negro, unos
pantalones grises y unos converse blancos.
Mientras tomaba una botella de salsa directa este
gemía un "Ahhhhg", y decía entre dientes: "Picante, irritación,
picante" repetidamente.
—¿Esto es un
alienígena? —pensó Antonio.
Entonces sorpresivamente el narco vestido de negro lo
tomó por detrás apretando sus brazos contra la espalda.
—¡Ya lo tengo, dispárale Gustavo! —se refirió a su
compañero vestido de blanco.
—¡Ahhhhg! —gimió el Alien mientras se retorcía para
escapar.
El narcotraficante llamado Gustavo le apuntó con la
misteriosa arma, la cual tenía una pantalla chica LCD; esta permitía ver los
huesos del ser a quien se estuviera apuntando, es decir rayos-x; Gustavo se
sorprendió al ver la forma del esqueleto, no era humano, de verdad era un
extraterrestre.
El Alien se zafó de la represión del narco, inhaló
aire y le escupió en la cara a Gustavo.
Este gritó como nunca en su vida.
—¡Me quema, me quema! ¡Arde, mi ojo izquierdo, estoy
ciego!
Se retorció entre pasos mientras que los demás se
alejaron impactados haciendo un círculo alrededor.
—¡Ayúdame Manuel, no te quedes ahí! —le gritó a su
compañero vestido de negro mientras se tallaba el rostro—, tienes que... —paró
de hablar y cayó al suelo.
—¡Gustavo! —corrió hacia él, lo giró colocándolo boca
arriba y saltó de sorpresa.
Toda la cara de Gustavo estaba derretida, su piel
desintegrada, pocos trozos de musculo se aferraban al cráneo que había quedado
al descubierto; los ojos se evaporaron y parte de su cerebro quedó expuesta.
El narcotraficante Manuel vomitó del asco que le había
provocado ver eso, y el extraterrestre aprovechó para escapar.
Ignacio, aun espantado por lo que acababa de ver, se
armó de valor para ir tras el ser, pero primero tomó el arma de Gustavo.
Antonio no pudo más y se desmayó.
—¡Lo que acaba de pasar es grandioso! —se emocionó—,
ver como el rostro de ese maldito delincuente se derrite, ¡la emoción que le
hacía falta a mi vida! —pensó.
Andrés, Daniel y Giovanni estaban ya cerca de la
entrada del residencial, suponiendo que era allí por consejo del último
mencionado, decidieron echar un vistazo; y el Alien chocó con Daniel, ambos
cayeron, el Alien se colocó de pie rápidamente y comenzó a golpear a Daniel en
la cara, le desvió el tabique haciéndolo sangrar.
Andrés le pateó el rostro, lo cual aturdió al
extraterrestre haciéndolo caer de nuevo.
—¡Eso es la cosa de la foto! —exclamó Daniel.
Ignacio los alcanzó, y sin decirles nada se dirigió al
Alien, lo pateó en la espalda un par de veces y le apuntó con el arma.
—Quizá si aprieto ambos gatillos... —fue interrumpido
por el Alien.
Este giró y le escupió en el pecho. Humo le comenzó a
emerger del pecho.
—¡Ahhhh! —soltó el arma para tocarse el pecho.
La ropa y la piel fue desintegrándose poco a poco.
Los tres vieron como hasta el tejido muscular
desaparecía, y vieron entonces los órganos y huesos, y el corazón, que al ser
tocado por el ácido mató instantáneamente al locutor.
Ellos no podían moverse, se quedaron paralizados, no
sabían que pensar, que hacer, a donde ir.
El extraterrestre se arrastró para alejarse de ellos,
pues aun estaba un poco mareado por la patada de Andrés.
Datos de la Misión:
[Misión: Alien Acido]
Estado actual: En
progreso
Participantes: Ocho
Vivos: Seis
Muertos: Dos
Incapacitados: 1
Estado del objetivo:
Vivo (incapacitado momentáneamente)
Tiempo restante: Treinta
minutos con doce segundos
[Próximo capítulo de Gantz Nogales: Doble ración].
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