[Gantz Nogales]
Adaptación de:
Andrés Lechuga
Adaptación de:
Andrés Lechuga
Capítulo III:
Doble ración
Capítulo anterior: "Un millón de dólares"
En la pantalla de la esfera aparecieron unas
fotografías tamaño infantil de Ignacio y de Gustavo a color, pero segundos
después pasaron a escala grises, y seguido del sonido de una campana se
desvanecieron en la ovalada pantalla para dar por hecho su muerte en la misión.
El extraterrestre se levantó ligeramente y comenzó a
caminar con dificultad hacia la dirección por donde Andrés, Daniel y Giovanni
vinieron.
Mientras tanto, Manuel observaba el cuerpo ya sin vida
de su compañero Gustavo, las lagrimas le brotaron y cayó de rodillas al suelo,
lo que le hizo traer de regreso sus recuerdos con él de pequeños.
Ambos nacieron en una de las colonias más pobres de la
ciudad, en un conjunto de varias casas de aluminio y cartón en la punta de un
cerro; una colonia conocida llamada San Norte, conocida por su alto índice
delictivo y baja clase social.
Ambos eran vecinos e hijos únicos de sus respectivos
padres.
El papá de Manuel era intendente de un supermercado,
su madre era vendedora ambulante.
La madre de Gustavo era operadora en una fábrica y su
padre vendía periódicos.
Como sus puestos laborales lo indican, siempre les
faltó el dinero; solían comer frijoles y tortillas casi todos los días, pero
estos dos amigos eran felices, jugaron con sus mismos juguetes durante mucho
tiempo, inventaron sus propios juegos con palos, piedras y tierra; a veces
jugaban con otros niños del vecindario. Pasaron su educación a un nivel
promedio, los seises y sietes abundaban en las boletas.
El tiempo pasó, ellos crecieron y se dieron cuenta de
la miseria en la que se encontraban.
Abandonaron su bachillerato al finalizar el cuarto
semestre para salir a ganarse la vida
Gustavo consiguió empleo en una famosa cadena de
restaurantes de comida rápida que sirven
pollo frito, y Manuel como operador de maquiladora.
Así pasaron un par de años hasta que se dieron cuenta
que no les alcanzaría para obtener la vida que deseaban. Querían sacar a sus
padres de trabajar y que vivieran bien y que descansaran;
Entonces, su ideal les llamó, se postró frente a sus
ojos un domingo por la tarde, un comando de sicarios de algún Capo
narcotraficante; seis trocas blindadas y polarizadas, cinco hombres en cada
vehículo, subieron al desértico lugar junto a las casas de los dos jóvenes,
bajaron de los autos y de la parte trasera jalaron a ocho hombres sin vida,
cavaron un profundo agujero y los enterraron.
Vieron como vestían, ropa costosa, celulares del año,
armas largas adornadas con oro y joyas, puros de marihuana extensos y las
trocas ya mencionadas; tres de los criminales se acercaron a los muchachos e
iniciaron una conversación.
—Ustedes dos... ¿viven aquí...? —preguntó uno de
ellos.
Gustavo y Manuel se quedaron helados, sólo se
figuraban su muerte cercana, pero un narco se percató de su temor y les calmó.
—No les haremos daño, al contario, queremos ayudarles
—sacó su cartera.
Los otros dos le siguieron.
—Vamos muchachos, todo lo que tengan, igual, no es
como si no nos fueran a pagar el triple por asesinar a esos ocho malnacidos.
Colocaron la inmensa fortuna de setenta mil pesos
sobre las manos de aquellos jóvenes, cantidad que veían como un millón de
dólares, o incluso hasta más.
Al entender la cantidad que se podría hacer en ese
trabajo y aun más, el empujón alentador de escuchar la paga triple de los setenta
mil por asesinar a ocho personas.
En ese momento la percepción de la vida cambió para
aquellos dos, poco a poco comenzaron su actividad delictiva. Iniciando por
asaltar cadenas de mercados y autoservicios, primero el efectivo, después
tabaco y alcohol, lo vendían después a precios bajos. La prensa hizo llegar sus
acciones a todos los rincones de la ciudad, conocidos como los Ladrones de
Blanco y Negro, haciendo alusión a que uno vestía sólo de negro y el otro sólo
de blanco. Aunque no consiguieron únicamente la atención del pueblo, también
del crimen organizado, fueron reclutados y finalmente llegaron a donde
deseaban, escalaron hasta ser sanguinarios sicarios elite de su cartel; las
montañas de dinero llegaron solas, y lograron darle a sus padres la vida que se
merecían, pero gente del cartel comenzó a caer, y el Jefe temía por su vida,
sospechando por los Blanco y Negro, mandó a Gustavo a matar a Manuel y a Manuel
a matar a Gustavo sin que ambos supieran la identidad exacta de su objetivo.
Llevaban un tiempo sin estar en la ciudad, los
mandaron a Nogales, entonces ambos encontraron el auto del otro sin saber a
quién perseguían, Gustavo chocó el auto de Manuel, lo bajó del carro con
pistola en mano y se dio cuenta de todo, pero no podía dar marcha atrás, ya que
su Jefe amenazó con asesinar a su familia si no cumplía con ese encargo, igual a
Manuel; este último logró escapar, Gustavo le siguió y subieron por un puente
en construcción, se estamparon contra una barra de concreto provocando la caída
de la estructura a medio hacer; la misma que aplastó a Andrés y Daniel al
salvar a la chica.
—Manuel... —se dijo Gustavo, quien ya había parado de sumergirse
en recuerdos—. ¿Cómo terminamos así...? Un poco más... Y hubiéramos salido de
ese negocio maldito...
Gustavo le cerró los ojos a su compañero, se puso de
pie, agarró la pistola-x y fue en busca del alienígena.
—Al menos... salvaré a tus padres... —pensó—, te lo
prometo, Manuel...
El extraterrestre al sentir un poco de alivio en su
cabeza, comenzó a trotar.
Andrés, Daniel y Giovanni aun se encontraban
impactados al mirar la manera en que Ignacio murió.
—Es... esto... es real... —se dijo Giovanni temblando.
—¿Como saldremos de esta...? —pensó Andrés aterrado—.
Una persona murió frente a mis ojos... Y no pude hacer nada... —sintió impotencia.
—¡¿Dónde está esa cosa?! —preguntó Manuel que había
llegado a ellos.
Le miraron a los ojos, pero no le respondieron, el
miedo no les dejó.
—¡Tú, dime! —agarró a Giovanni por el cuello del
traje—. ¡¿Hacia dónde se fue?!
Y algo se quejó entre las sombras que por segundos se
ausentaban gracias a los faros de los automóviles que pasaban en la carretera. El
Alien Ácido tropezó y cayó al suelo; su posición exacta la reveló un poste de
luz que a veces se apagaba y a veces se encendía por un corto en sus circuitos.
Manuel apenas y lo miró corrió a por él; lo alcanzó y lo
golpeó continuamente en la cabeza con odio, con mucha fuerza, ira y sed de
venganza. Sangre le salpicaba al sicario por todo el cuerpo.
—Ya sé que no debo estar cara a cara con él, o me
escupirá su ácido y moriré —recordó como vio fallecer a su amigo de toda la
vida—. ¡¡Maldita criatura!!
Veloz se puso de pie y le apuntó con la pistola-x que
antes había dejado un lado.
—Si mal no recuerdo, aquella chica presionó ambos
gatillos para destruir aquella pared —pensó—. Ese deber ser el truco.
Temblando un poco debido al desgaste de reventar la
cabeza a puñetazos le apuntó a la cabeza y aplastó los dos gatillos, pero el
Alien saltó hacia atrás y le escupió a Manuel en el pie, él rápidamente se
sentó evitando chocar, se quitó la bota y la lanzó lejos.
—Estuvo cerca... —se dijo mientras pasaba del susto.
Y se escuchó una explosión pegajosa, miró hacia atrás
y se alegró al mirar al Alien agonizando del dolor. Este había perdido su
pierna derecha por completo.
Ya de pie, se acercó sonriendo macabramente, y seguido
de una siniestra risa habló.
—Así que seré yo quien obtendrá el millón de
dólares... Acabando contigo, ser asqueroso y repugnante...
Le disparó en sus extremidades restantes para hacerle
sufrir más.
—Él... —dijo Daniel—, ¿va a matarlo?
—Así... —respiró—, así parece... —dijo Andrés.
—Y finalmente... despídete... ¡ahora tu cabeza! —gritó
con fuerza.
Le disparó cuantas veces fueron posibles hasta que la
cabeza explotó en miles de pedazos, pero continuó explotando su caja torácica,
pero se detuvo al sentir algo que le atravesó el estomago.
Andrés, Daniel y Giovanni se pusieron de pie del
susto.
Era un ser de unos dos metros y medio de alto,
musculoso. Cabeza cuadrada color verde limón opaco, piel azul claro, cabello lima,
ojos amarillos pequeños y una dentadura de enormes colmillos con sarro.
Vestía una camiseta gris con una gabardina negra, pantalón
mezclilla azul y botas cafés.
—Oye... eso no... ¿no será el... papá del enano al que
acaban de matar... o sí? —comentó Daniel.
Con su largo brazo con garras amarillas atravesó por
completó a Manuel; él escupió gran cantidad de sangre por la boca. Sacó su
extremidad y lo empujó lejos de los restos del Alien Ácido.
Manuel apenas consiente sostuvo con mucha fuerza el
arma-x, mirando borroso la silueta del ser que le había atacado por detrás;
este en un movimiento rápido le arrancó el brazo derecho como si nada.
—¡Qué mierda! —dijo Andrés.
El ser continuó arrancándole sus extremidades, y al
final como si fuese una figura de acción en manos en un niño, la cabeza despegó
de su cuerpo y la aplastó con una sola mano. La sangre le salpicó en todo el
cuerpo.
Entonces miró a aquellos tres y corrió hacia ellos.
—¡¡Ahí vine!! —gritó Daniel.
—¡¡Mis piernas no se mueven, maldita sea!! —gritó
Andrés.
—¡Por acá! —indicó Giovanni.
Daniel y Giovanni huyeron despavoridos hacia dentro
del residencial, pero Andrés no se pudo mover, el monstruoso ser llegó y miró
con odio a Andrés.
En la habitación la esfera mostró en su pantalla la
fotografía de Andrés, mientras aparecía debajo un texto: "¿Cómo saldrás de
esta? (Hahaha)"
Datos de la Misión:
[Misión: Alien Ácido]
Estado actual: En
progreso
Participantes: Ocho
Vivos: Cinco
Muertos: Tres
Incapacitados: 1
Estado del objetivo: Muerto
Estado del segundo
objetivo inesperado: Vivo
Tiempo restante: Quince
minutos con dos segundos
[Próximo capítulo de Gantz Nogales: ¡Se valiente!].
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