7 oct 2013

A Otaku Tale [A.O.T.] Capítulo 7 -Perdidos-

A.O.T

A Otaku Tale

Escrito por:
Andrés Lechuga H.


Capítulo 7:
[Perdidos]


Estos siguieron discutiendo por varios minutos más, hasta que las sirenas de la policía los comenzaron a presionar.
—¡La chota! —exclamó Suzuke—. ¡No me arrestaran de nuevo, Kei!

—¡Ya sé!

—¿Qué? —preguntó Suzuke.
—Una carrera de aquí, hasta el edificio del OjoRinnegan —propuso.
—Suena bien.
Tierra y polvo arrastrándose fuera del camino, para después volar por los aires debido a los pies de Suzuke y Kei; y entonces minutos después, llegaron al kilometro veintiuno, dejando un desmadre atrás por supuesto.
Un oficial de aduana, que se encontraba afuera haciendo guardia, a lo lejos vio dos objetos acercándose a toda velocidad.
—Oye... —tocó el hombro de su compañero—. ¿Qué es eso de allá? —señaló.
Su colega que se encontraba comiendo un negrito con su mano izquierda, y cuidando su arma larga con la otra, dejó de comer asombrado por lo que veía. Aquel paisaje bien podría ser comparado con una tormenta de arena del desierto del Sarah, pero en realidad eran los mamones de Suzuke y Kei.
—Sea lo que sea, van a exceso de velocidad... —cerró lo que quedó del negrito y lo guardó en su bolsillo—. Sígueme, Ramírez. —ordenó.
Ambos se colocaron en plena carretera apuntando sus armas contra ellos.
—¡¡Alto ahí, van a exceso de velocidad!! —gritó.
—Parece que con cada segundo que pasa, más aumentan la velocidad... —pensó el oficial Ramírez.
El ruido también ascendía, lo cual llamó la atención de los demás oficiales y viajantes que se encontraban ahí.
La imagen de los objetos finalmente se aclaró, dos personas corriendo a alta velocidad, les era imposible para ellos.
—¡¿Qué hacemos...?! ¿Comandante Pérez? —preguntó Ramírez.
—¡Los va a detener su puta madre! —se tiró al suelo, seguido Ramírez igual.
Suzuke y Kei evadieron la aduana del kilometro veintiuno de un gran salto.
—¡Chota pendeja! —se burló Suzuke, Kei se abstuvo de decir algo.
Al regresar al suelo Suzuke evadió un auto que estuvo a punto de atropellarlo, rodó un lado cayendo por un barranco; entre árboles, piedras y caca de animales salvajes.
—¡Nos vemos en la casa del OjoRinnegan, imbécil! —le gritó Kei.
Segundos después se levantó sacudiéndose todo el cuerpo y las nachas de pilón., entonces continuó.
Kei festejaba demasiado rápido (raro, creo que a estas alturas de la saga ya debe saber que Suzuke regresará dándole un madrazo genial, pero el escritor sólo esta rellenando el capítulo con esta mini carrera, en fin, continuemos).
—¡He vuelto! —dijo Suzuke que apareció junto a Kei (les dije).
—¡No te creas la gran cosa! —Kei aceleró.
—¡Te lo demostraré! —alardeó.
Unos minutos después estos se encontraban reñidos.
—Oye, Suzuke... —dijo Kei entre forzosas respiraciones.
—¿Qué quieres? —preguntó con el mismo tono.
—¿Qué tal si paramos esta carrera y descansamos un poco? —sugirió.
Cinco minutos más tarde...
—¡Qué buena idea, Kei! ¡Ya ni recordaba que traíamos comida!
—¡Es que tú sólo pensabas en ganar! —reclamó.
Suzuke sacó mágicamente de su mochila: un comal, una olla de barro con mole dentro, una mini estufa de una parrilla que funcionaba con energía solar, tortillas y bebidas.
—¡¿Todo eso traías dentro?! —preguntó asombrado.
—Sí... Por eso iba tan lento... —vaciló.
—Sí, claro... —ignoró.
Kei a duras penas trajo un par de tortas y unos cheskos.
—¿No quieres un poco de mole? —invitó—. Hay mucho para ambos
—No, gracias... —mordisco.
—De todas formas... ¡Conocer al OjoRinnegan! ¡El mejor loquendero de todo el mundo, qué emoción me da! —brillitos rodearon su cara de ilusión.
—Sí, como no... —negó.
—¿Qué has dicho? —miró con enojo.
—Nada, tú come tu cosa esa..
—Cuidadito con lo que hablas...
—¿Me estas amenazando, Suzuke?
—Así parece ser...
Ambos intentaron levantarse, pero la flojera no se los permitió.
—Mejor al rato... —Kei sorbió un trago de soda.
—Sí, más tarde... —volteó las tortillas.
—Por cierto, estas capas con capucha dan mucho calor...
—Sí, lo sé, Kei... Pero es para llegar de manera asombrosa con el OjoRinnegan...
—Si es así, me la quitare mientras...
Con su mano izquierda, Kei retiró la capa con capucha, pero el viento cargazón la sacó volando.
—¡Cuidado, Kei! —advirtió.
—¡No te escaparas!
De un saltó Kei se alejó a recuperar la prenda, dejando tierra en el mole de Suzuke.
—¡Óyeme, ten cuidado estúpido! —Kei no escuchó—. Bueno, yo tomaré la torta de Kei y la pondré en cierto lugar...
Al cabo de unos minutos, Kei regresó con su pertenencia en la mano; cubierto de tierra, y con espinas de cactus en el trasero, Suzuke al ver eso no pudo contener la risa.
—¡Hahahaha! ¡¿No me digas que tú te sentaste en un...?! —preguntó entre carcajadas.
—¡Cállate y dame mi torta!
Suzuke le dio aun más risa, pero se contuvo hasta que Kei mordió su alimento.
—Oye... esto sabe raro... —comentó extrañado.
—¡Hahahaha! Le debió caer tierra de cuando saltaste... —rió.
—Sí, debe ser eso... —mordió de nuevo.
—Hahaha, en fin... —se limpia una lagrima—. Deberíamos dormir un poco... ¿cómo dices?
—Claro, pero separados...
—Por supuesto, nunca dije que juntos, no seas wey....
—Ah, sí. Terminaré de comer y me echaré el jetón, ¿va?
—Bien...
Suzuke utilizó su mochila de almohada y se puso a dormir, minutos después Kei también.
Una hora pasó, y Kei despertó estirándose feliz de haber descansado, y al darse cuenta de la ausencia de Suzuke, comenzó a ponerse rápido todo para alcanzarlo.
—¡Maldito traidor! —se dijo.
Detrás de unos cactus, una cabeza se asomó
—¡¿A dónde vas tramposo?! —exclamó Suzuke.
—¡A alcanzarte! ¡¿A dónde...?! Ha... Aquí estas... —dijo relajado.
Unos minutos después...
—Tú sabes, sólo fui a eso...
—Bien, pero tan siquiera hubieras dejado una notita o algo...
—Estaba muy cerca, no había necesidad...
—De todas formas, ya deberíamos irnos, se está haciendo tarde...
—Lo mismo iba a decir...
Horas y horas pasaron y Kei y Suzuke nomás no encontraban aquél edificio, el naranja-rojizo estaba por anunciar el atardecer, cuando Kei rompió en desesperación.
—¡Llevamos mucho tiempo dando vueltas! ¡Estamos perdidos, admítelo! —le gritó.
—No estamos perdidos... Simplemente agarramos un camino más largo...
—¡Ya pasamos Hermosillo! —gritó.
—Tranquilo... Con este GPS no podremos perdernos, tú aguanta.
Resbalones en cerros, pisar cactus, escapar de coyotes, asustarse como nenas de escorpiones y serpientes, todo eso hizo entrar en razón a Kei.
—Un momento... —dijo—. ¡Tú no tienes GPS, déjame ver eso!
—No... espera, creo que no deberías... —Suzuke se alejó.
—Es... esto es... ¡Un puto GameBoy Color!
—Tranqui...
—¡No debí confiar en ti! —interrumpió—. Yo lo sabía, algo me lo decía, esto era mala idea... ¡Estamos perdidos en el maldito desierto de Sonora!
Las horas pasaron y Kei seguía reclamando como si fuera su esposa de hace años.
—¡Imbécil, tú y tu ridículo proyecto nos llevó directo a la muerte! ¡Otakus de Nogales Sonora mis...!
Doce minutos después...
—¡Además tu estúpido peinado de cabello negro es ridículo! ¡Ese maldito edificio sabrá la verga donde esta...!
—Aquí es... —dijo Suzuke.
—¡Kei Mashiro Bitt! Murió en el año dos mil nueve... Ya lo veo venir en los...
—¡Qué aquí es! —gritó.
Kei finalmente se percató el enorme rascacielos que tenía a centímetros de su nariz...
—Chuchas es verdad... —dijo.

¿Cuánto tiempo se tardaron en salir de la ciudad hasta el edificio ese? ¿Cómo fue que Suzuke traía tantas cosas en su mochila? ¿Descubriremos por donde fue que Suzuke colocó la torta de Kei? ¿Cuál será el nombre completo de Suzuke? ¿El oficial se habrá terminado su negrito?

Todas esas preguntas con respuesta (otras no) y más en el próximo capítulo de... A Otaku Tale.
Próximo capítulo: Bienvenidos. 

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