A.O.T
A Otaku Tale
Escrito por:
Andrés Lechuga H.
Capítulo 5:
[Trampas].
[Trampas].
Kei saltó del
techo del Coppel Obregón directo a Suzuke, pero él se oscureció debido al sol
que le hacía contra luz. Entonces cuando Suzuke saltó sobre la cabeza sensual
de Luis Donaldo Colosio, Kei le impactó un tubo de metal en la espalda, lo que
lo sacó volando hasta el frente del Hotel Márquez de Cima.
Muchos carros frenaron, derraparon y varios chocaron entre sí y con objetos
cercanos por culpa del imbécil de Suzuke que no supo evadir el ataque maricón
de Kei, quiero decir, sigamos.
—¡Kei, bastardo!
—gritó Suzuke en el suelo retorciéndose de dolor.
—Eso fue por el
zape en la nuca, ojo por ojo, mi amigo... —rió.
—¡Pero yo no te
saqué volando ni te pegué con un maldito tubo! —dijo entre quejidos.
—¡Órale hijos
de su pinche madre! —les gritó alguien de lejos.
Varios
malandrines en banda se bajaron de sus desmadrados autos para hacérselas de
pedo a Suzuke y a Kei.
El jefe tenía
aspecto bastante ridículo, unos pantalones flojos que le colgaban, una camiseta
que decía SWAG, y una gorra de algún equipo de básquet de los unaiteds (y con
etiqueta pegada, al parecer no sabe como despegarlas), era medio chaparro,
moreno y con barba, y tenía algunas perforaciones en los pezones. Sus chalanes eran
tres, se veían todos iguales, nomás imaginen que con ropa distinta o hasta
medio bichis para los más atrevidos.
—¡Me van a
pagar el daño de mi auto, me costó mucha feria, pinches morros pendejos! —gritó
el jefe.
—¿Ese pinche
Jetta 95? —pensó Suzuke.
—Una lata de
jalapeños de La Costeña cuesta mucho más que ese pedazo de hojalata —pensó Kei.
—¡Hahaha!,
¿apoco sí, pendejos? —les gritó Suzuke burlándose—. No saben con quién se
meten, mejor váyanse a perrear o algo.
—¿A poco creen
que unos morros como ustedes todos pendejos nos vencerán? —presumió el jefe de
la bandita súper malvada de malandrines—. ¡Sobres, a putearlos! —ordenó.
Los súper
malotes sacaron bates y palos de fierro de su ya más jodido auto para madrear a
Suzuke y a Kei.
—¡Tenía ganas
de tirar golpes! —dijo Suzuke mientras se ponía de pie—. Qué bueno que llegaron
estos babosos o si no te hubieran tocado los míos... —tiró puñetazos al aire
después de chocar sus propios puños.
—Lo mismo
digo... —dijo Kei sospechosamente—. Por cierto, ahí vienen más atrás, yo me
encargaré de ellos, ¿va? —sugirió.
—¡¡De acuerdo,
amigo!! —exclamó Suzuke emocionado.
En cuanto los
malandros estaban a unos centímetros de Suzuke, este caminó hacia ellos para
colarse en medio, entonces estos iniciaron con los golpes con sus tubos y
bates. Fue fácil evadirlos, y en un descuido de ellos, volaron puños y patadas
dejando noqueados a los malandros.
—He acabado,
Kei, supongo que tú igual... ¿no? —preguntó.
Él miró atrás y
no vio a Kei por ningún lado, más que la silueta de polvo que dejó formando su
cuerpo (no sé cómo pasó eso pero estuvo chido,
así como en las caricaturas).
—¡Ese maldito
me engañó! —gritó—. ¡¡Ah!! ¡¿Cómo pude ser tan imbécil?! —se preguntó—. El
maldito ya debe ir camino a China... Bueno no, pero si a medio camino...
Echó un ojo al
rededor y vio un Mustang abandonado, se dio cuenta de que era de una persona
que se bajó a ayudar a los malandros heridos.
—Siempre quise
conducir uno así... —se dijo alegre.
Mientras tanto
Kei, ya iba pasando el Burger King del Greco.
—¡Ese ingenuo
de Suzuke se la tragó completita! —se dijo—. A veces es fácil de engañar...
Por si las
dudas, miró hacia atrás, no había ni una señal, entonces pasó el KFC, y observó
que un auto venía a toda velocidad.
—Ese carro viene en madriza... —pensó—. Mejor tengo cuidado...
Y era obvio,
adentro iba Suzuke, ¿quién más?
—Veamos como
sales de esta... Kei... —Suzuke aceleró.
Rebasando y
volcando autos, Suzuke se fue abriendo paso para llegar.
—¡Ay, no mames,
ahí viene! —pensó Kei cagadismo.
Él apresuró el
pasó lo más que pudo en ese momento, pues se encontraba algo lastimado de
pasados golpes durante la carrera.
—Un momento...
—pensó—. Suzuke es capaz de robar un coche, ese bastardo haría lo que fuera por
ganarme... ¡No lo dejaré! —gritó
Ya estaban muy
cerca uno de otro, y con disimulo Kei fue bajando la velocidad poco a poco,
mientras que Suzuke daba a todo gas, entonces cuando se encontraban a varios
metros, Kei saltó hacia atrás cayendo sobre el auto; rompió el quema cocos
confirmando que se trataba de su competencia en esta carrera.
—¡Lo sabía! —lo
señaló—. ¡Eras tú!
—¡Obvio! —gritó
Suzuke—. ¡¿De quién más se trataría, pedazo de ojete?!
—¡Oye, ese era
mi dialogo!
Y ambos pasaron
la Macro Plaza.
Suzuke comenzó
a agitar el carro para despegar a Kei.
—¡Quítate de
encima, molestas!
—¡No, tú
bájate, estás haciendo trampa! —reprochó Kei.
—¡Eso ni
siquiera estaba en el libreto, es más, es del capítulo pasado!
—¡Ya!
—¡Me harté!
Suzuke ladeó el
carro al lado izquierdo al mismo tiempo que Kei lo hizo al lado derecho, lo que
provocó una acción ilógica en el orden fijo de todas las cosas en el universo,
así que en vez de destruirse, esta acción fue asimilada como un salto muy
mamón, y ambos con todo y coche fueron a estrellarse a la verga con el Office
Depot, que llevaba poco tiempo de operación.
—Muy bien
empleados... —dijo el jefe del Office Depot—. En los pocos meses que llevamos
aquí, ningún accidente se ha presentado. No ha habido daño en la mercancía,
herramientas de trabajo, a la estructura del negocio o empleados, o peor aún,
clientes lastimados, porque igual ustedes no importan, un cliente se lastima y
nos echan a la PROFECO, no mamen. En fin, ¡quiero premiarlos a todos con un
viaje a Puerto Peñasco y con un aumento del 30%!
Y en ese mismo
instante, con medio segundo de diferencia entre que el jefe dejará de hablar y
que los empleados asimilaran como andaba ese pedo, el Mustang entró por el
techo del Office Depot, disparando a Suzuke y a Kei a lados distintos, y el
carro sin conductor se impactó al fondo en la salida de emergencia.
A los pocos
segundos Suzuke volvió en sí, todo lastimadito y adolorido, sangrando se
levantó con mucho esfuerzo.
—¡Ah, pinche
Kei! —escupió sangre—. Siempre la tiene que cagar en algo...
Suzuke miró el
desmadre que habían hecho, junto con los empleados furiosos, una explosión
brotó al fondo.
—A la madre,
eso estuvo genial... —se da una cachetada—. ¡No, nos tenemos que ir!
—¡La policía ya
viene, no dejen que escape! —ordenó el jefe.
—¡La chota!
—repitió—. Nos temeos que pelar, ¡ahora! —se dijo.
Salió corriendo
por la tienda para buscar a Kei.
—¡¡¿Dónde
estás, Kei?!! —gritó.
Entonces el
Mustang estalló.
Deslizándose
entre corredores, con esfuerzo al fondo, bajo algunos cuadernos de Hello Kittie
encontró al inconsciente Kei.
—¡Despierta!
—lo sacudió.
Gritó y le
sacudió varias veces, hasta que con un cachetadón reaccionó.
—¡Eso dolió!
—gritó.
—Vale madres
eso wey, ¡nos tenemos que ir, la chota ya...!
—¡Manos arriba
y patas a la barriga! —gritó un policía.
—Sí... eso...
—dijo Suzuke.
—¡Levántense!
¡He dicho manos arriba! —gritó de nuevo.
Una gran
cantidad de policías llegó al llamado de auxilio de la nena del jefe del Office
Depot, que no aguanta nada, bueno sigamos con la historia.
—Suzuke... —susurró—.
No hagas ninguna de tus babosadas, esto es serio...
—Lo mismo para
ti... Ah, espera no puedes... —dio una fuerte palmada a Kei en la espalda, le
dolió hasta el alma.
¿Cómo lograran
salir de esta nuestros héroes? ¿Qué pasará con el aumento y el viaje a Peñasco?
¿Pondrán en peligro de nuevo la lógica del universo? ¿Quién mató a Colosio?
Todas esas
preguntas con respuesta (otras no) y más en el próximo capítulo de... A Otaku
Tale.
Próximo
capítulo: El ganador es...
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