EL
PROBLEMA EN EL BAÑO
Escrito por:
Andrés Lechuga H.
Ya
llevaba media hora ahí encerrado; mi hermano, como diariamente lo hace, practicaba
sus trucos de magia encerrado en el baño, claro cuando mamá y papá trabajaban.
Pero ahora era mucho tiempo, normalmente tarda veinte minutos, y yo desde hace
rato que tengo ganas de ir al baño.
La casa estaba en
silencio, sólo se escuchaba la voz de mi hermano mayor gritando: “Desaparécete”
una y otra vez, y yo mientras bailaba en el pasillo apretando para no hacer una
desvergüenza. Algunos minutos pasaron entonces y mi hermano sorprendido salió
del baño, cerró la puerta sin seguro y me dijo: “No entres hasta que yo te
diga”. Tomó sus llaves y salió de la casa, esperé hasta que escuchara los
oxidados engranes del ascensor para que yo entrara al baño. Rápidamente entré,
levante la tapa e hice lo mío. Curioso yo, al ver que todo el material de mi
hermano había sido dejado sobre el lavabo, comencé a jugar con él. Fue entonces
cuando por culpa del suelo mojado del baño resbalé, gracias a mis reflejos
logré sostenerme del tubo de electricidad de los focos, cuando papá los puso
dije que se veían fuera de lugar, ya que son muy modernos y nuestro baño es
antiguo, además dice que protege la red eléctrica de la humedad. Gracias a Dios
que los instalaron. Ya tranquilo me enderecé y noté algo raro, había tirado un
par de medicinas del botiquín que esta sobre el espejo. Me paré sobre el lavabo
para acomodarlas y de nuevo el agua me traiciona, yo tanto que la quiero y
cuido, me exentaron de mi examen final de ecología por un trabajo que escribí
sobre el cuidado del agua. Tropecé, iba directo al espejo, creo que este es uno
de esos típicos momentos como en la televisión; antes de estrellarme me desmayaré
y luego despertaré en el hospital sin haber sentido nada. Aquí viene, ahora sí,
ya pasará, es ahora. No sucedió nada, un milímetro separaba a mi nariz del
viejo espejo. Un segundo pasó y algo muy extraño sucedió. Mi nariz se hundió en
el espejo, como si fuera liquido, lo mismo con el resto de mi cuerpo. Alcancé a
escuchar como mis torpes pies derribaron los artículos de belleza de mi mamá,
el rastrillo y crema de rasurar de mi papá, los cepillos y demás cosas que
estaban sobre el lavabo. Mi mamá me va a castigar severamente, debo arreglar
todo ese desastre antes de que ella vuelva de la oficina. Pero primero debía
ver en donde había caído. Todo era un tanto diferente, como invertido. Intenté
moverme pero mi cuerpo no me obedeció, yo quise ir a la izquierda y me moví
hacia la derecha. Que raro, una vez más hacia la izquierda pero a la derecha
terminé. Me relajé y pensé las cosas, repasé todo lo que había sucedido hace
unos minutos. Entonces entendí, me transporté a otra dimensión, sí, seguramente
era eso. Había entrado al espejo, en un mundo alterno estaba yo, así que ingeniosamente
me moví hacia la derecha y caminé a la izquierda. De ahí en adelante hice todo
lo contrario. Logré abrir la puerta a ligeros tropiezos. Sigilosamente y con
cuidado asomé mi cabeza, todo era igual al departamento donde vivo, exceptuando
a que todo estaba volteado claro. Escuché como dos personas conversaban, eran
dos hombres, quizás era mi hermano de otro universo con mi otro yo. Sería
emocionante verme a mi mismo, quizás aquí soy alguien diferente, todo lo
contrario a como soy normalmente. Aburrido, amargado, malo para los estudios,
con muchos amigos; sí, ese sería mi alter ego. Caminé hacia el cuarto de mi
hermano, y ahí estaban, justo como había pensado. Ambos estaban buscando algo,
se miraban tensos y nerviosos; la habitación estaba hecha un desastre. Si la
mamá de este… No, analizando a mi madre, seguramente la de este lugar es buena
onda con sus hijos, no creo que les pase nada si el cuarto esta sucio. Mi risa
irónica reveló mi presencia. Los dos (creo que con mi otro yo cuento por uno,
¿o no?). Bueno, gritamos y mi hermano mayor de otro universo gritó: “¿Qué estás
haciendo aquí? ¿Cómo fue que entraste?”. Me quedé mudo, no entendía nada de lo
que me estaba hablando. Se acercó a mí y de nuevo su alta voz se escuchó: “¿Entraste
por el espejo, verdad? No te confundas, soy tu verdadero hermano. Mi otro yo
esta en nuestro universo”. Pensé las cosas un poco y le creí, ahora recuerdo, él
estaba usando el collar que le había regalado en su cumpleaños. Le di mi
confianza y los tres nos dirigimos al baño. Mi hermano tomó la palabra:
“Necesitamos la varita para volver, sin ella somos inútiles”. Un buen rato
estuvimos pensando, y entonces mi otro Yo sacó algo del gorro de mi chamarra.
Era la varita de mi hermano, se debió haber metido ahí cuando resbalé la
primera vez. Estaba emocionado, después de meses de alardear, por fin vería a
mi hermano en acción con sus magias. Este alzó la varita a la altura de su
nariz y recitó: “Un gemelo tengo, se que alguien más como yo hay, alguien que
sea mi amigo y a quien le importe, y que todo aquello que sea malo y que me
impida verlo se vaya… ¡Desaparécete!”. El espejo comenzó a temblar como agua y
a brillar como el sol; los tres felices saltamos hacia el espejo, habíamos
vuelto. Ahí sobre la escusado estaba mi hermano mayor alterno, sorprendidos nos
observamos, pensaba en cientos de cosas que podría preguntar o hacer con mi
otro yo, pero la cerradura de la puerta anunció la llegada de mi madre y el
baño seguía siendo un asco. Nos despedimos de nuestros “gemelos” por llamarles
con más cariño, el espejo se solidificó de nuevo. No nos deprimimos, sabíamos
que está noche iríamos a visitarlos. Iré a distraer a mi madre en lo que mi
hermano limpia el problema en el baño.
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